Llegar a las puertas de las ruinas después de haber subido durante una hora en la madrugada, resulta más emocionante de lo que habíamos imaginado. Para poder subir a Huayna Picchu hay que estar entre los primeros 400, y nosotros lo tomamos tan en serio que emprendimos la caminata a las tres y media de la mañana... y llegamos primeros!! jijiji.
Los datos técnicos o históricos podrán encontrarlos en otros sitios (por otra parte, se recomienda bastante leer sobre el lugar y su cultura antes de ir porque, al menos que se vaya con guía, en la oficina nacional donde se compra el boleto de entrada, dan un folleto muuuy poco explicativo). Nosotros nos propusimos compartir, que como veníamos imaginando, el camino y la aventura de llegar fue más intenso que el final mismo.
Disfrutamos mucho del recorrido que nos llevó hasta ahí. Los preparativos con Ana, Diego, Maite y Mateo primero. El paisaje, la selva y el sonido del río, compañero a un costado del nuestra caminata, más tarde. Y sobre el final, contemplar las ruinas mismas, una increíble ciudad milenaria ubicada en un lugar más increíble todavía.Nos fuimos con la imagen clavada y clavado también el interrogante sobre cuántos rastros quedarán de tantos pueblos que vivieron y murieron sometidos por este gran imperio. De Cusco, directo a Lima. Un par de días nos alcanzaron para morirnos de ganas de ver el sol, y por lo tanto, nos alejamos casi corriendo de la ciudad totalmente gris oscuro, por suerte sólo en esta época.
Bajamos muy emponchaditos del micro y nos recibió Máncora: pura playa, puro sol, puro calor. Acá, además de repuntar nuestra autoestima comercial (que es la que sostiene materialmente nuestro viaje) vendiendo en un excelente puesto muy armadito, conocimos a Meme y Fede, unos chicos de Buenos Aires. Es sorprendente el parecido de Jorge y Fede. Además de sorprendente, peligroso, como imaginarán. Nos gusta la forma en la que podemos comprendernos bien entre los cuatro, además de dsifrutar "burakeando", y compartir en lindas charlas las experiencias interiores sobre lo que, varias veces, durante el viaje, se moviliza adentro.
Decidimos quedarnos por unos días para aprovechar, después de tanto anhelo, el calor y el mar. Así que estuvimos ahí durante el festejo de San Pedro, el santo de los pescadores. Después, en compañía de los chicos, nos preparamos para cruzar a Ecuador.