PASOS COMPARTIDOS

El mundo es un pañuelo. Que se abre, que se despliega, que nos envuelve.

miércoles, 7 de julio de 2010

Pequeña reseña peruana

Llegamos a Cusco, nuestro primer destino en Perú, en pleno festejo del Corpus Christi: una fiesta en la que los santos salen de las iglesias a los hombros de unos 20 hombres que los pasean por la ciudad acompañados por su orquesta y muchos fuegos artificiales. Las calles están llenas de gente y de policías. Cuando termina la fiesta, con los oídos aturdidos, uno se queda preguntandose qué de incaico tiene esta costumbre y qué poco se cuestiona a la fe católica que ha amurallado la ciudad, rodeada de ruinas incas, con enormes iglesias majestuosas cada un par de cuadras. Por lo demás, la ciudad es muy pintoresca. La famosa plaza de armas sorprende por su pulcritud y prolijidad, aunque constantemente se escucha el silbato sonar y alguien está prohibiendo: pisar el pasto, vender, lustrar los zapatos.
En Perú fuimos recibidos con consejos sobre dónde ir a dormir, cuánto pagar por un taxi, cómo llegar sin tour a Machu Picchu. En seguida nos resultó amigable e interesante la comunicación.
En Cusco existe, a una cuadra y media de Plaza de Armas, un comedor popular, organizado por el Ministerio de Salud, donde por S/1, desde las diez de la mañana hasta las tres o cuatro de la tarde, miles de cusqueños, peruanos en general y extranjeros como nosotros, disfrutan de un buen menú que incluye hasta el postre y la charla con los compañeros de mesa.

Machu Picchu
Llegar a las puertas de las ruinas después de haber subido durante una hora en la madrugada, resulta más emocionante de lo que habíamos imaginado. Para poder subir a Huayna Picchu hay que estar entre los primeros 400, y nosotros lo tomamos tan en serio que emprendimos la caminata a las tres y media de la mañana... y llegamos primeros!! jijiji.
Lo que primero nos sorprendió fue enterarnos que Flor sufre de vértigo, y que ante los inagotables intentos de controlarlo mentalmente, persistió hasta el final este síntoma nada compatible con la ubicación de las ruinas.

Recorrimos durante algunas horas las ruinas sorprendidos por el perfecto estado de reconstrucción, que por momentos hace lucir bastante artificial el paisaje que alguna vez fue inca. Huayna Picchu es el pico más alto de las montañas que rodean las ruinas (el que se ve en la foto tras las nubes). Para llegar hay que atravesar un camino de una hora que es para los más osados, razón por la cual, Flor (que, recordamos, por el vértigo se deslisaba abrazando las paredes) no
subió. Sí lo intentó! Desde ahí se tiene una vista única de todo el paisaje.










Los datos técnicos o históricos podrán encontrarlos en otros sitios (por otra parte, se recomienda bastante leer sobre el lugar y su cultura antes de ir porque, al menos que se vaya con guía, en la oficina nacional donde se compra el boleto de entrada, dan un folleto muuuy poco explicativo). Nosotros nos propusimos compartir, que como veníamos imaginando, el camino y la aventura de llegar fue más intenso que el final mismo.

Disfrutamos mucho del recorrido que nos llevó hasta ahí. Los preparativos con Ana, Diego, Maite y Mateo primero. El paisaje, la selva y el sonido del río, compañero a un costado del nuestra caminata, más tarde. Y sobre el final, contemplar las ruinas mismas, una increíble ciudad milenaria ubicada en un lugar más increíble todavía.Nos fuimos con la imagen clavada y clavado también el interrogante sobre cuántos rastros quedarán de tantos pueblos que vivieron y murieron sometidos por este gran imperio. De Cusco, directo a Lima. Un par de días nos alcanzaron para morirnos de ganas de ver el sol, y por lo tanto, nos alejamos casi corriendo de la ciudad totalmente gris oscuro, por suerte sólo en esta época.

Bajamos muy emponchaditos del micro y nos recibió Máncora: pura playa, puro sol, puro calor. Acá, además de repuntar nuestra autoestima comercial (que es la que sostiene materialmente nuestro viaje) vendiendo en un excelente puesto muy armadito, conocimos a Meme y Fede, unos chicos de Buenos Aires. Es sorprendente el parecido de Jorge y Fede. Además de sorprendente, peligroso, como imaginarán. Nos gusta la forma en la que podemos comprendernos bien entre los cuatro, además de dsifrutar "burakeando", y compartir en lindas charlas las experiencias interiores sobre lo que, varias veces, durante el viaje, se moviliza adentro.

Decidimos quedarnos por unos días para aprovechar, después de tanto anhelo, el calor y el mar. Así que estuvimos ahí durante el festejo de San Pedro, el santo de los pescadores. Después, en compañía de los chicos, nos preparamos para cruzar a Ecuador.







Hasta la próxima, Bolivia

Potosí nos encontró con un merecido descanso. Ahí seguimos amargando el gusto de saber que por todo se paga, desde una excursión para conocer un lugar natural hasta el derecho de admisión para entrometerse un poco en una mina con centenares de años de extracción de minerales y en la corta vida de sus trabajadores.
Justamente el sábado que pasamos en Potosí coincidió con la fiesta anual de los mineros, en la que, con mucho alcohol de por medio, más fiesta que ritual, sacrifican llamas anunciando cada muerte con explosiones de dinamita.
Con Charlotte y Gelle (nuevos amigos viajeros de Bélgica) y Alan, Martita y Celeste (reencontrados de casualidad en el hostal) y con la intención de alejarnos del paquete armado, nos mandamos solitos a ver de qué se trataba.
Ni bien llegamos empezamos a ver sangre manchando los rincones y la tierra, en cada entrada a la mina, grupitos de gente al rededor de los cadáveres. Les cortaban la cabeza y las extremidades y extraían sus víceras para enterrar en la montaña como ofrenda a la Pachamama pidiendo por un buen año de trabajo sin accidentes.
Nuestro recorrido empezó de manera amigable, hablando con la gente, intentando descubrir qué significaba para ellos tanta fiesta. A medida que nos adentrabamos en el lugar y su gente, el ambiente se fue poniendo más denso, hasta que, en uno de los puntos de matanza, terminamos de comprender que no eramos bien recibidos ya que no formabamos parte de ningún tour.

Emprendimos nuestro retorno con la misma sensación vacía que nos traía Bolivia una y otra vez cuando intentábamos acercarnos y compartir experiencias con la gente del lugar.

Nos despedimos de Potosí rumbo a La Paz. El viaje a Vallegrande o La Higuera resultó que en la triste memoria del Che, ahora es en dólares y habla inglesa. En La Paz hay menos paz que aires buenos en Buenos Aires. Recorrimos por un par de días sus calles, almorzamos en los mercados, y resistiendo los gualichos de la llamada "calle de Brujas", salimos para Copacabana. El encanto del lago Titicaca (el lago navegable más alto del mundo) se ve acompañado por un pueblo lleno de bares, miles de locales donde se vende hasta macramé industrializado, mucho mucho turismo y más ofertas de tours que turistas -en esta época.
Salimos de Bolivia con ganas de salir. El que dibujó los mapas no sólo los trazó en papel, o en la moneda, o en el color de la bandera. Trazó una línea que dividió más que todo eso. El choque cultural nos resultó fuerte, tan fuerte que nos costó comunicarnos. Siglos de opresión dictaminan las barreras para con nosotros, por sentirnos, ellos y nosotros, más occidentales que sudacas.




Transporte
Las terminales de ómnibus son lugares donde predominan agresivos coros de las vendedoras de pasajes. Reina la informalidad desordenada: nunca se sabe de todo cuál es la verdad, casi ni siquiera a dónde se va. La mentira más frecuente es que los micros tienen baño y/o calefacción (hace mucho frío!) o que el bus va directo, o que tarda X horas (nunca tarda lo dicho). Mientras uno llega, una vendedora lo ataca y la otra la desmiente ofreciendo un colectivo mejor. Ésta a su vez, es desmentida por la siguiente, y todas ellas y las que hacen lo propio con otros viajeros gritan, MUY FUERTE y en cantito, los destinos que ofrecen y sacuden las fotos (ideales) de los supuestos buses.
No hay precios estipulados, la demanda los determina. La mayoría de los pasajeros viaja con muchas bolsas de comida y compra a los vendedores ambulantes, papas rellenas, hamburguesitas, helados. Siempre sin importar la hora. Todos llevan (desde ahora, llevamos) frazadas. Algunos, sobre todo las mujeres y desde antes de subir, envueltos en ellas como si fueran polleras.
Cada hora, dos horas (depende de la duración del viaje) el bus para en el camino y todos bajan a hacer sus necesidades al costado y sin pudor.
Comida
Los fideos o el arroz, no sabemos por qué motivo -tal vez por el agua- nunca se hacen. Después de varios intentos fallidos, entendimos que nuestro deseo de comer chocolate amargo deberían ser saciados en otro lugar. Sabe venderse como chocolate una pasta endurecida de azúcar negra.
No hay casi supermercados, em cambio todos los pueblos y ciudades visten enormes y completos mercados donde se consiguen cualquier tipo de objetos, además de tener puestos para comer menús por Bs.4: sopa, segundo y refresco.
Es carísimo hacer una pizza. El pan es dulce y casi siempre con anís. Casi no hay facturas ni pan de grasa tipo bizcocho.