PASOS COMPARTIDOS

El mundo es un pañuelo. Que se abre, que se despliega, que nos envuelve.

jueves, 2 de septiembre de 2010

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Me colgué del cable

Después de un par de días en Mompiche con Fede y Meme, Francisca y Cristian, salimos para Same donde Juanjo, un argentino que vive ahí desde hace veinte años, y Katia, su mujer, nos invitaron a una cabaña libre que están construyendo adelante de su casa.
Una noche, otra vez de noche, un día después, llegamos a Mindo. Mindo es un pueblito entre la sierra, con clima y paisaje selvático. Abunda la oferta de turismo ecológico y deportes de aventura. Aprovechamos. Nos llegó la increíble experiencia del Canopy (para trabajar un poco sobre el vértigo). Recorrimos 3600m en 13 tramos colgados del cable, literalmente. Entre tramo y tramo, subíamos la montaña en plena selva. Yo me animé a ir sola, la más miedosa de los cuatro, pero únicamente dos veces en las que me largué al grito de "mamitaaaaaaaa". Y seguí gritando hasta llegar al otro lado cual Tarzán desorientado (y asustado). Abajo, muy abajo, como 200m abajo, la selva. El pueblo a lo lejos. Todo para ser visto.
Mi valiente compañero y los chicos demostraron toda su destreza y coraje haciendo piruetas colgados de un mísero gancho y se la aguantaron sin chistar.El último cable fue, sin dudas, el mejor. Tenía 500m de largo para hacer de un tirón que pareció una hora y media. Obligada porque no tenía otra forma de volver, me lanzé (guía al lado) y sentí como me perdía entre las nubes y volvía a aparecer con la selva debajo hasta pisar de nuevo tierra firme.

Parceros sueltos en Canoa

"...terminamos en Canoa..." dice el final de la entrada anterior. Bueno, yo diría más bien que empezamos en Canoa. Aunque, una vez más, nos propusimos llegar de día, ahí estábamos los cuatro, bajando de un bus en plena noche y buscando por el pueblo un lugar donde acampar. Llegamos a lo de Cris, una alemana que hace seis años tiene el Hostel y Camping Iguana.
Al principio sin ganas, nos propusimos pasar la noche ahí con la firme idea de evaluar, con la luz del día y la mente fresca, la posibilidad de quedarnos por un mes. Así fue como, con mil y una anécdotas que quedan para la vuelta, pasamos más de un mes en Canoa.
Algunos días vimos el sol y nadamos largos ratos. (Foto: en lo de Cris con Javier) Otros, salimos corriendo como pudimos, todos picados (menos Meme a quien nadie quiere picarle) por las aguas malas malísimas. Casi todos los días participamos de una feria que se armó, con luz propia, en la que pudimos en conjunto con muchas lindas personas, organizar una movida para que los organismos oficiales reconozcan y cedan ese espacio público con los fines de una feria intercultural donde los artesanos de todas las regiones del mundo puedan realizar libremente sus intercambios. Participamos de un proyecto que cobró vida propia y sobre todo, que sigue en pie. Antes (con Andre y Marco), Durante y Después del espectáculo
Disfrutamos haciendo una fiesta popular con clown, teatro, música y títeres. Recibimos, sin duda, más de lo que dimos: muchos aplausos, sonrisas, miradas atentas. Pudimos juntar firmas para que el proyecto se agrande y nos contactamos con gente de Pastoral Movilidad Humana (datos en "Datos Utiles") a las que cualquier viajero, artesano o no, puede contactar en caso de necesitar asesoría por cuestiones migratorias en América Latina.
En Canoa: hicimos y vendimos panes reienos (si lo decíamos como en Argentina, nadie nos contestaba), conocimos a los personajes del lugar y nos reimos con y de ellos, formamos parte de un lindo grupo de gente, aprendí algo de swin con fuego (malabares con cadenas y fuego en las puntas), compartimos desayunos con Javier, escuchamos las hazañas de Robin Hood, transformamos poleras en musculosas, seguimos en la ruta de las golondrinas (encontrándolas amuchadísimas en los cables de luz) . Coincidimos en tiempo y espacio, por suerte coincidimos, con Andrea y con Marco. Fuimos a Cabo Pasado que es un pequeño paraíso virgen donde el mar y la selva se encuentran. Compartimos momentos con los marpla, hicimos taller, vimos cómo el mar acuna al sol y sobre el final, conocimos a Claudio y Carla, otros viajeros con los que compartimos charlas y mates y que, como a todos los mencionados, esperamos volver a cruzarlos en el camino.


Repanes Llenos (la pyme) y Golondrinas





DescansoLa muerte de la polera

Con los Marpla: Aldi y Mati
Entre tanta gente linda dando vueltas, esperamos encontrarnos pronto con Mechi y Gonza, con Diego, Ana, Maite y Mateo... y en el regreso, con Pu y Chor.

En Canoa fuimos, por algún tiempo, parte del paisaje. Paisaje que, ojalá, conserve escondida nuestra huella.

Pasos
Huellas escondidas

Rumbo al centro del mundo

Con demora, voy a contarles algo de lo que vivimos en Ecuador.
Salimos desde Máncora con nuestros amigos, Fede y Meme, rumbo a la Isla de Jambelí que queda a pocos minutos de Machala y es una de las playas más cercanas a la frontera.
Todo nos resultó algo exttraño en Jambelí. Es una pequeña isla con playa corta pero muy tranquila. Aproximadamente 200 personas viven ahí. La isla recibe, sobre todo, turismo e la sierra (Ecuador se divide en cuatro regiones: Costa, Sierra, Oriente y Galápagos). Acampamos en un terreno que da a la playa, donde Johnatan, su dueño, nos dejó poner la carpa. Hablando con él, nos enteramos de que en la isla hay tres iglesias de distintas religiones: testigos de jehová, mormones y católicos y que casi todos los habitantes practican alguna de ellas. Lo interesante fue ver cómo más allá de sus credos, practicaban tareas comunitarias como limpiar la playa (veíamos pasar a todos con sus rastrillos) y pintar la costanera, "malecón". A esta última actividad se sumaban los niños y terminaban todos con sus caras pintadas correteando por ahí.En Jambelí nos relajamos unos días a puro burako y algo de sol.
El próximo destino fue Cuenca, una ciudad serrana, pintoresca y colonial, como un recorte de algún pedacito de Cusco.
Ahí oficié de peluquera por primera vez y paseamos por esas calles.Cansados otra vez del frío y con ganas de más playa, partimos para Montañita: más fabulosa en el imaginario viajero que en la realidad de quienes llegamos en busca del sol y de poder vender nuestras artesanías.Aunque salió el sol, temeroso y entre las nubes, el "parche" (nombre con que se refiere uno a su paño de artesanías) no dio frutos y, tras cuatro días, salimos de la playa donde todo parece estar permitido y la música (electrónica, Vilma Palma y reggaeton) no se apaga casi nunca.En Puerto López solo pasamos una noche. Es una pequeña ciudad sobre todo pesquera, llena de "pangas" (pequeños botes de pesca) en la arena. Muchos de esos y otros más hacen un tour de visita a las ballenas. Esto es porque en determinadas zonas del mar las ballenas suelen aparearse de julio a septiembre. Un antiguo vendedor del paquete turístico nos comentó cómo es que los turistas logran verlas siempre: irrumpen con sus botes en el habitat, las rodean mientras ellas se animan a saltar.
Seguimos viaje y terminamos, después de subidas y bajadas, de precios y buses, en Canoa.