PASOS COMPARTIDOS

El mundo es un pañuelo. Que se abre, que se despliega, que nos envuelve.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Más cerquita del Caribe

Estuvimos en Cali y después en Bogotá donde anduvimos de museo en museo y paseamos por las callecitas empinadas del centro histórico. Nos hospedamos en El Baluarte que es, ademças de hostal, un periódico independiente de crítica. Ahí diseñé unos folletos a cambio del hospedaje durante nuestra estadía en la ciudad.

En Colombia pasamos nuestro cuarto aniversario y más de cuatro requisas policiales (en cualquier momento y en cualquier lugar) que nos incitaron a dejar atras la tan dulcemente violenta Colombia para acercarnos un poquito más al caribe venezolano.

Ni bien llegamos a Venezuela fuimos directamente a Valencia porque Marco y Andrea nos esperaban. Gente hermosa que conocimos en Canoa.
Él, con su teatrino andante y su certeza (irrefutable si se lo escucha) de que sus hijos nacerán "en un bus, en una caravana", nos abrió las puertas de la casa en la que vivió algunos años antes de seguir su destino de viajero. La casa de su infancia. Ahí nos sentimos como en nuestra propia casa.
Andreita es de esas personas que realmente son de todas partes. Ella anda, de aquí para allá, con su experiencia viajera y su práctico equipaje en el que no faltan piedritas y semillas de todos los colores y alambre. Ella cambia, se amolda, se transforma. Su humor es ideal: me divierte y se divierte. Y así anda, sembrando y cosechando cosas lindas, aunque asegure energicamente que es muy mala.
Gracias a la calidad organizativa de Andre, organizaron una feria de garage, tipo reunión de tuper en la que recibimos a la gente con unos matecitos y un delicioso bizcochuelo hecho por los gastronómicos artistas de circo Jaz y Santi.
Organizando estos asuntos, con show en vivo incluido (los chicos hicieron cinta, contac, malabares con diez mil pelotas que cambiaban su color) pasaron los días que pasamos en la casa, charloteando y compartiendo, también una vez más... intentando cambiar al mundo.
También durante esos días se formó "el escuadrón Beta": los amigos de Marco que iban cada dos por tres con la infaltable cava llena de cervezas, a compartir una charla, unos mates o unas pizzas. Nos mimaron todo el tiempo y nos hicieron sentir que estabamos con nuestra gente.
Gracias a todos!!!

Desde Valencia nos lanzamos, desesperada y locamente, al mar que se escondía detrás de las montañas. Nuestro debut caribeño fue en el Cayo Sombrero al que se va en lancha desde Chichiriviche.
¿Como lo soñamos? ¿como lo imaginamos? ¿como lo deseamos? Mucho mejor. Permanecimos sumergidos hasta la hora de volver sin poder creer hasta adonde habíamos llegado.
Y volvimos con Vero y Nacho, nuevos amigos argentinos, al camping primero y a Valencia después donde nos separamos por unos días para reencontrarnos en Choroní, con ganas de compartir más charlas de las que habíamos tenido (de esas que hacen sentir confianza de toda la vida).
El primer día en Choroní, la intensidad de la luna llena provocó las olas más grandes que vimos en nuestras vidas. Y mientras nosotros jugábamos o eramos revolcados sin piedad hasta la orilla, el bañero loco, al mejor estilo Mitch Bucanon, sonaba el silbato cada dos por tres y nos ponía las quejas de que tenía mucho trabajo.
Tras pasar la primera gran inundación del viaje durante la que los cuatro corriamos como locos para rescatar nuestras cosas de las carpas (no fue tanto), tras disfrutar de las arepas de Nacho y la comida vegetariana de Vero, que hizo que por fin me gustasen las berenjenas, emprendimos viaje a Caracas, con Nacho descompuestísimo y muy próximos a tomar un vuelo a Méjico.
En el Metro de Caracas, los cuatro con nuestros vagayos, lleno lleno de gente que renegaba de nosotros, nos despedimos esperando volver a vernos más al sur.
Y nosotros, al Ateneo Popular, llenos de ansiedad, a hopedarnos mientras esperabamos la llegada de la recién recibida Dotora Reyna y su flamante marido, el Gringo.

Sobre nuestras percepciones del proceso que está viviendo Venezuela preferimos charlar personalmente. Nosotros seguimos debatiendo, a veces con opiniones encontradas, sobre esa realidad política, social, cultural y económica.

Más de una despedida

Nuria es una catalana auténtica que viajó a Ecuador por sus estudios de microbiología. Además se enamoró.
Diego es 9K: un artista del freestyle. Tiene las palabras y las ideas con una coordinación asombrosa y tiene además, el arte en las venas. Lo que dice, lo que canta es cosa seria.
Danna es su hija. Una pulguita simpatiquísima en edad de dibujar en los sillones.
A ellos los conocimos durante el festival en Canoa. Diego participó con una imrovisaición sobre todo lo que estaba pasando esa noche y sobre lo que nos llevó a estar todos ahí reunidos. Después, nos recibieron en su casa, en Quito.
Pasamos días de relaje y diversión, hicimos un buen asado, disfrutamos de la pasta a la catalana, jugamos hasta casi la mañana.
Con el corazón lleno, una mañana, volvimos a cargarnos las mochilas y seguimos viaje los cuatro.
Llegamos a Otavalo: la feria artesanal más grande de Améria Latina, según dicen. Entusiasmadísimos pensando que sería el lugar perfecto para vender, muy pronto descubrimos que era el lugar perfecto para comprar! jijijiji. Además de ser la mismísima sede del regateo.
Ahí nos enontramos con el flaco Mati y Aldi, los marpla, quienes emprendían desde ahí su camino de vuelta a casa.
Todos juntos fuimos a la plaza donde vivimos la fiesta de Otavalo. Muchas comparsas con los bailes, música y trajes propios de distintos pueblos de Améria Latina. Todo rebalsaba de color y las músicas, que sonaban fuertísimo, se mezclaban hasta parecer una sola. Tan lindo y atrativo todo que Jor no pudo resistir y de repente lo vimos que se mezlaba bailando en una comparsa y se alejaba con ellos a puros saltitos.
Al otro día, busando por el pueblo soldadura de plata para experimentar en nuestro taller de cobre andante, fuimos a parar a lo de Hugo. Él es orfebre peruano que desde hace muchos años vive en Otavalo donde además de formar su familia comparte con ellos un humilde negocio. Hugo se brindó en seguida, nos dio una mano con lo que buscábamos, nos contó de su vida, sus experiencias, quiso saber de nosotros y nos enseñó a soldar además de otros trucos sobre su trabajo.

De nuevo los cuatro fantásticos se lanzaban a los caminos. Con la certeza de que la despedida de Ecuador estaba a minutos y que la nuestra no tardaría mucho más en llegar. Con melancolía por dejar algo que nos hizo felices.
Atravesamos una nueva frontera e iniciamos viaje por Colombia. Llegamos a Pasto y, si bien teníamos pensado pasar la noche ahí, el hecho de llegar tarde y de que lo poco que vimos de la ciudad nos pareció demasiado hostil, seguimos viaje: nosotros hasta Cali, los chicos hasta Popayán. Los cuatro en el mismo colectivo que en algún momento paraba y los chicos deberían bajar.
La despedida inevitable, llegó. Entre abrazos intensos y miradas preocupadas que especulaban hasta el último momento diciendose entre sí: "este micro ya se va". Con algún que otro lagrimón piantao y algún otro contenido, vimos a nuestros amigos quedarse en el andén cual muñecos de la mafia entre las rejas (juuuuaaaaa).
Sin ellos el viaje no hubiera sido lo mismo. Sin ellos no es lo mismo. Viajando todo parece un poquito más intenso. Despertar cada día, percibir, mirar, sentir lo que nos rodea. En la ruta hay cientos de viajeros de todo tipo... más andamos y más comprendemos que estos dos personajes son gente sin igual con la que tuvimos el gusto de construir algo lindo que queda para la vuelta.