PASOS COMPARTIDOS

El mundo es un pañuelo. Que se abre, que se despliega, que nos envuelve.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Más cerquita del Caribe

Estuvimos en Cali y después en Bogotá donde anduvimos de museo en museo y paseamos por las callecitas empinadas del centro histórico. Nos hospedamos en El Baluarte que es, ademças de hostal, un periódico independiente de crítica. Ahí diseñé unos folletos a cambio del hospedaje durante nuestra estadía en la ciudad.

En Colombia pasamos nuestro cuarto aniversario y más de cuatro requisas policiales (en cualquier momento y en cualquier lugar) que nos incitaron a dejar atras la tan dulcemente violenta Colombia para acercarnos un poquito más al caribe venezolano.

Ni bien llegamos a Venezuela fuimos directamente a Valencia porque Marco y Andrea nos esperaban. Gente hermosa que conocimos en Canoa.
Él, con su teatrino andante y su certeza (irrefutable si se lo escucha) de que sus hijos nacerán "en un bus, en una caravana", nos abrió las puertas de la casa en la que vivió algunos años antes de seguir su destino de viajero. La casa de su infancia. Ahí nos sentimos como en nuestra propia casa.
Andreita es de esas personas que realmente son de todas partes. Ella anda, de aquí para allá, con su experiencia viajera y su práctico equipaje en el que no faltan piedritas y semillas de todos los colores y alambre. Ella cambia, se amolda, se transforma. Su humor es ideal: me divierte y se divierte. Y así anda, sembrando y cosechando cosas lindas, aunque asegure energicamente que es muy mala.
Gracias a la calidad organizativa de Andre, organizaron una feria de garage, tipo reunión de tuper en la que recibimos a la gente con unos matecitos y un delicioso bizcochuelo hecho por los gastronómicos artistas de circo Jaz y Santi.
Organizando estos asuntos, con show en vivo incluido (los chicos hicieron cinta, contac, malabares con diez mil pelotas que cambiaban su color) pasaron los días que pasamos en la casa, charloteando y compartiendo, también una vez más... intentando cambiar al mundo.
También durante esos días se formó "el escuadrón Beta": los amigos de Marco que iban cada dos por tres con la infaltable cava llena de cervezas, a compartir una charla, unos mates o unas pizzas. Nos mimaron todo el tiempo y nos hicieron sentir que estabamos con nuestra gente.
Gracias a todos!!!

Desde Valencia nos lanzamos, desesperada y locamente, al mar que se escondía detrás de las montañas. Nuestro debut caribeño fue en el Cayo Sombrero al que se va en lancha desde Chichiriviche.
¿Como lo soñamos? ¿como lo imaginamos? ¿como lo deseamos? Mucho mejor. Permanecimos sumergidos hasta la hora de volver sin poder creer hasta adonde habíamos llegado.
Y volvimos con Vero y Nacho, nuevos amigos argentinos, al camping primero y a Valencia después donde nos separamos por unos días para reencontrarnos en Choroní, con ganas de compartir más charlas de las que habíamos tenido (de esas que hacen sentir confianza de toda la vida).
El primer día en Choroní, la intensidad de la luna llena provocó las olas más grandes que vimos en nuestras vidas. Y mientras nosotros jugábamos o eramos revolcados sin piedad hasta la orilla, el bañero loco, al mejor estilo Mitch Bucanon, sonaba el silbato cada dos por tres y nos ponía las quejas de que tenía mucho trabajo.
Tras pasar la primera gran inundación del viaje durante la que los cuatro corriamos como locos para rescatar nuestras cosas de las carpas (no fue tanto), tras disfrutar de las arepas de Nacho y la comida vegetariana de Vero, que hizo que por fin me gustasen las berenjenas, emprendimos viaje a Caracas, con Nacho descompuestísimo y muy próximos a tomar un vuelo a Méjico.
En el Metro de Caracas, los cuatro con nuestros vagayos, lleno lleno de gente que renegaba de nosotros, nos despedimos esperando volver a vernos más al sur.
Y nosotros, al Ateneo Popular, llenos de ansiedad, a hopedarnos mientras esperabamos la llegada de la recién recibida Dotora Reyna y su flamante marido, el Gringo.

Sobre nuestras percepciones del proceso que está viviendo Venezuela preferimos charlar personalmente. Nosotros seguimos debatiendo, a veces con opiniones encontradas, sobre esa realidad política, social, cultural y económica.

Más de una despedida

Nuria es una catalana auténtica que viajó a Ecuador por sus estudios de microbiología. Además se enamoró.
Diego es 9K: un artista del freestyle. Tiene las palabras y las ideas con una coordinación asombrosa y tiene además, el arte en las venas. Lo que dice, lo que canta es cosa seria.
Danna es su hija. Una pulguita simpatiquísima en edad de dibujar en los sillones.
A ellos los conocimos durante el festival en Canoa. Diego participó con una imrovisaición sobre todo lo que estaba pasando esa noche y sobre lo que nos llevó a estar todos ahí reunidos. Después, nos recibieron en su casa, en Quito.
Pasamos días de relaje y diversión, hicimos un buen asado, disfrutamos de la pasta a la catalana, jugamos hasta casi la mañana.
Con el corazón lleno, una mañana, volvimos a cargarnos las mochilas y seguimos viaje los cuatro.
Llegamos a Otavalo: la feria artesanal más grande de Améria Latina, según dicen. Entusiasmadísimos pensando que sería el lugar perfecto para vender, muy pronto descubrimos que era el lugar perfecto para comprar! jijijiji. Además de ser la mismísima sede del regateo.
Ahí nos enontramos con el flaco Mati y Aldi, los marpla, quienes emprendían desde ahí su camino de vuelta a casa.
Todos juntos fuimos a la plaza donde vivimos la fiesta de Otavalo. Muchas comparsas con los bailes, música y trajes propios de distintos pueblos de Améria Latina. Todo rebalsaba de color y las músicas, que sonaban fuertísimo, se mezclaban hasta parecer una sola. Tan lindo y atrativo todo que Jor no pudo resistir y de repente lo vimos que se mezlaba bailando en una comparsa y se alejaba con ellos a puros saltitos.
Al otro día, busando por el pueblo soldadura de plata para experimentar en nuestro taller de cobre andante, fuimos a parar a lo de Hugo. Él es orfebre peruano que desde hace muchos años vive en Otavalo donde además de formar su familia comparte con ellos un humilde negocio. Hugo se brindó en seguida, nos dio una mano con lo que buscábamos, nos contó de su vida, sus experiencias, quiso saber de nosotros y nos enseñó a soldar además de otros trucos sobre su trabajo.

De nuevo los cuatro fantásticos se lanzaban a los caminos. Con la certeza de que la despedida de Ecuador estaba a minutos y que la nuestra no tardaría mucho más en llegar. Con melancolía por dejar algo que nos hizo felices.
Atravesamos una nueva frontera e iniciamos viaje por Colombia. Llegamos a Pasto y, si bien teníamos pensado pasar la noche ahí, el hecho de llegar tarde y de que lo poco que vimos de la ciudad nos pareció demasiado hostil, seguimos viaje: nosotros hasta Cali, los chicos hasta Popayán. Los cuatro en el mismo colectivo que en algún momento paraba y los chicos deberían bajar.
La despedida inevitable, llegó. Entre abrazos intensos y miradas preocupadas que especulaban hasta el último momento diciendose entre sí: "este micro ya se va". Con algún que otro lagrimón piantao y algún otro contenido, vimos a nuestros amigos quedarse en el andén cual muñecos de la mafia entre las rejas (juuuuaaaaa).
Sin ellos el viaje no hubiera sido lo mismo. Sin ellos no es lo mismo. Viajando todo parece un poquito más intenso. Despertar cada día, percibir, mirar, sentir lo que nos rodea. En la ruta hay cientos de viajeros de todo tipo... más andamos y más comprendemos que estos dos personajes son gente sin igual con la que tuvimos el gusto de construir algo lindo que queda para la vuelta.

lunes, 4 de octubre de 2010

PA' LA PROXIMA ENTRADA AGUANTEN UN POQUITO,

ESTAMOS EN EL CARIBE DISFRUTANDO...

jueves, 2 de septiembre de 2010

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Me colgué del cable

Después de un par de días en Mompiche con Fede y Meme, Francisca y Cristian, salimos para Same donde Juanjo, un argentino que vive ahí desde hace veinte años, y Katia, su mujer, nos invitaron a una cabaña libre que están construyendo adelante de su casa.
Una noche, otra vez de noche, un día después, llegamos a Mindo. Mindo es un pueblito entre la sierra, con clima y paisaje selvático. Abunda la oferta de turismo ecológico y deportes de aventura. Aprovechamos. Nos llegó la increíble experiencia del Canopy (para trabajar un poco sobre el vértigo). Recorrimos 3600m en 13 tramos colgados del cable, literalmente. Entre tramo y tramo, subíamos la montaña en plena selva. Yo me animé a ir sola, la más miedosa de los cuatro, pero únicamente dos veces en las que me largué al grito de "mamitaaaaaaaa". Y seguí gritando hasta llegar al otro lado cual Tarzán desorientado (y asustado). Abajo, muy abajo, como 200m abajo, la selva. El pueblo a lo lejos. Todo para ser visto.
Mi valiente compañero y los chicos demostraron toda su destreza y coraje haciendo piruetas colgados de un mísero gancho y se la aguantaron sin chistar.El último cable fue, sin dudas, el mejor. Tenía 500m de largo para hacer de un tirón que pareció una hora y media. Obligada porque no tenía otra forma de volver, me lanzé (guía al lado) y sentí como me perdía entre las nubes y volvía a aparecer con la selva debajo hasta pisar de nuevo tierra firme.

Parceros sueltos en Canoa

"...terminamos en Canoa..." dice el final de la entrada anterior. Bueno, yo diría más bien que empezamos en Canoa. Aunque, una vez más, nos propusimos llegar de día, ahí estábamos los cuatro, bajando de un bus en plena noche y buscando por el pueblo un lugar donde acampar. Llegamos a lo de Cris, una alemana que hace seis años tiene el Hostel y Camping Iguana.
Al principio sin ganas, nos propusimos pasar la noche ahí con la firme idea de evaluar, con la luz del día y la mente fresca, la posibilidad de quedarnos por un mes. Así fue como, con mil y una anécdotas que quedan para la vuelta, pasamos más de un mes en Canoa.
Algunos días vimos el sol y nadamos largos ratos. (Foto: en lo de Cris con Javier) Otros, salimos corriendo como pudimos, todos picados (menos Meme a quien nadie quiere picarle) por las aguas malas malísimas. Casi todos los días participamos de una feria que se armó, con luz propia, en la que pudimos en conjunto con muchas lindas personas, organizar una movida para que los organismos oficiales reconozcan y cedan ese espacio público con los fines de una feria intercultural donde los artesanos de todas las regiones del mundo puedan realizar libremente sus intercambios. Participamos de un proyecto que cobró vida propia y sobre todo, que sigue en pie. Antes (con Andre y Marco), Durante y Después del espectáculo
Disfrutamos haciendo una fiesta popular con clown, teatro, música y títeres. Recibimos, sin duda, más de lo que dimos: muchos aplausos, sonrisas, miradas atentas. Pudimos juntar firmas para que el proyecto se agrande y nos contactamos con gente de Pastoral Movilidad Humana (datos en "Datos Utiles") a las que cualquier viajero, artesano o no, puede contactar en caso de necesitar asesoría por cuestiones migratorias en América Latina.
En Canoa: hicimos y vendimos panes reienos (si lo decíamos como en Argentina, nadie nos contestaba), conocimos a los personajes del lugar y nos reimos con y de ellos, formamos parte de un lindo grupo de gente, aprendí algo de swin con fuego (malabares con cadenas y fuego en las puntas), compartimos desayunos con Javier, escuchamos las hazañas de Robin Hood, transformamos poleras en musculosas, seguimos en la ruta de las golondrinas (encontrándolas amuchadísimas en los cables de luz) . Coincidimos en tiempo y espacio, por suerte coincidimos, con Andrea y con Marco. Fuimos a Cabo Pasado que es un pequeño paraíso virgen donde el mar y la selva se encuentran. Compartimos momentos con los marpla, hicimos taller, vimos cómo el mar acuna al sol y sobre el final, conocimos a Claudio y Carla, otros viajeros con los que compartimos charlas y mates y que, como a todos los mencionados, esperamos volver a cruzarlos en el camino.


Repanes Llenos (la pyme) y Golondrinas





DescansoLa muerte de la polera

Con los Marpla: Aldi y Mati
Entre tanta gente linda dando vueltas, esperamos encontrarnos pronto con Mechi y Gonza, con Diego, Ana, Maite y Mateo... y en el regreso, con Pu y Chor.

En Canoa fuimos, por algún tiempo, parte del paisaje. Paisaje que, ojalá, conserve escondida nuestra huella.

Pasos
Huellas escondidas

Rumbo al centro del mundo

Con demora, voy a contarles algo de lo que vivimos en Ecuador.
Salimos desde Máncora con nuestros amigos, Fede y Meme, rumbo a la Isla de Jambelí que queda a pocos minutos de Machala y es una de las playas más cercanas a la frontera.
Todo nos resultó algo exttraño en Jambelí. Es una pequeña isla con playa corta pero muy tranquila. Aproximadamente 200 personas viven ahí. La isla recibe, sobre todo, turismo e la sierra (Ecuador se divide en cuatro regiones: Costa, Sierra, Oriente y Galápagos). Acampamos en un terreno que da a la playa, donde Johnatan, su dueño, nos dejó poner la carpa. Hablando con él, nos enteramos de que en la isla hay tres iglesias de distintas religiones: testigos de jehová, mormones y católicos y que casi todos los habitantes practican alguna de ellas. Lo interesante fue ver cómo más allá de sus credos, practicaban tareas comunitarias como limpiar la playa (veíamos pasar a todos con sus rastrillos) y pintar la costanera, "malecón". A esta última actividad se sumaban los niños y terminaban todos con sus caras pintadas correteando por ahí.En Jambelí nos relajamos unos días a puro burako y algo de sol.
El próximo destino fue Cuenca, una ciudad serrana, pintoresca y colonial, como un recorte de algún pedacito de Cusco.
Ahí oficié de peluquera por primera vez y paseamos por esas calles.Cansados otra vez del frío y con ganas de más playa, partimos para Montañita: más fabulosa en el imaginario viajero que en la realidad de quienes llegamos en busca del sol y de poder vender nuestras artesanías.Aunque salió el sol, temeroso y entre las nubes, el "parche" (nombre con que se refiere uno a su paño de artesanías) no dio frutos y, tras cuatro días, salimos de la playa donde todo parece estar permitido y la música (electrónica, Vilma Palma y reggaeton) no se apaga casi nunca.En Puerto López solo pasamos una noche. Es una pequeña ciudad sobre todo pesquera, llena de "pangas" (pequeños botes de pesca) en la arena. Muchos de esos y otros más hacen un tour de visita a las ballenas. Esto es porque en determinadas zonas del mar las ballenas suelen aparearse de julio a septiembre. Un antiguo vendedor del paquete turístico nos comentó cómo es que los turistas logran verlas siempre: irrumpen con sus botes en el habitat, las rodean mientras ellas se animan a saltar.
Seguimos viaje y terminamos, después de subidas y bajadas, de precios y buses, en Canoa.

miércoles, 7 de julio de 2010

Pequeña reseña peruana

Llegamos a Cusco, nuestro primer destino en Perú, en pleno festejo del Corpus Christi: una fiesta en la que los santos salen de las iglesias a los hombros de unos 20 hombres que los pasean por la ciudad acompañados por su orquesta y muchos fuegos artificiales. Las calles están llenas de gente y de policías. Cuando termina la fiesta, con los oídos aturdidos, uno se queda preguntandose qué de incaico tiene esta costumbre y qué poco se cuestiona a la fe católica que ha amurallado la ciudad, rodeada de ruinas incas, con enormes iglesias majestuosas cada un par de cuadras. Por lo demás, la ciudad es muy pintoresca. La famosa plaza de armas sorprende por su pulcritud y prolijidad, aunque constantemente se escucha el silbato sonar y alguien está prohibiendo: pisar el pasto, vender, lustrar los zapatos.
En Perú fuimos recibidos con consejos sobre dónde ir a dormir, cuánto pagar por un taxi, cómo llegar sin tour a Machu Picchu. En seguida nos resultó amigable e interesante la comunicación.
En Cusco existe, a una cuadra y media de Plaza de Armas, un comedor popular, organizado por el Ministerio de Salud, donde por S/1, desde las diez de la mañana hasta las tres o cuatro de la tarde, miles de cusqueños, peruanos en general y extranjeros como nosotros, disfrutan de un buen menú que incluye hasta el postre y la charla con los compañeros de mesa.

Machu Picchu
Llegar a las puertas de las ruinas después de haber subido durante una hora en la madrugada, resulta más emocionante de lo que habíamos imaginado. Para poder subir a Huayna Picchu hay que estar entre los primeros 400, y nosotros lo tomamos tan en serio que emprendimos la caminata a las tres y media de la mañana... y llegamos primeros!! jijiji.
Lo que primero nos sorprendió fue enterarnos que Flor sufre de vértigo, y que ante los inagotables intentos de controlarlo mentalmente, persistió hasta el final este síntoma nada compatible con la ubicación de las ruinas.

Recorrimos durante algunas horas las ruinas sorprendidos por el perfecto estado de reconstrucción, que por momentos hace lucir bastante artificial el paisaje que alguna vez fue inca. Huayna Picchu es el pico más alto de las montañas que rodean las ruinas (el que se ve en la foto tras las nubes). Para llegar hay que atravesar un camino de una hora que es para los más osados, razón por la cual, Flor (que, recordamos, por el vértigo se deslisaba abrazando las paredes) no
subió. Sí lo intentó! Desde ahí se tiene una vista única de todo el paisaje.










Los datos técnicos o históricos podrán encontrarlos en otros sitios (por otra parte, se recomienda bastante leer sobre el lugar y su cultura antes de ir porque, al menos que se vaya con guía, en la oficina nacional donde se compra el boleto de entrada, dan un folleto muuuy poco explicativo). Nosotros nos propusimos compartir, que como veníamos imaginando, el camino y la aventura de llegar fue más intenso que el final mismo.

Disfrutamos mucho del recorrido que nos llevó hasta ahí. Los preparativos con Ana, Diego, Maite y Mateo primero. El paisaje, la selva y el sonido del río, compañero a un costado del nuestra caminata, más tarde. Y sobre el final, contemplar las ruinas mismas, una increíble ciudad milenaria ubicada en un lugar más increíble todavía.Nos fuimos con la imagen clavada y clavado también el interrogante sobre cuántos rastros quedarán de tantos pueblos que vivieron y murieron sometidos por este gran imperio. De Cusco, directo a Lima. Un par de días nos alcanzaron para morirnos de ganas de ver el sol, y por lo tanto, nos alejamos casi corriendo de la ciudad totalmente gris oscuro, por suerte sólo en esta época.

Bajamos muy emponchaditos del micro y nos recibió Máncora: pura playa, puro sol, puro calor. Acá, además de repuntar nuestra autoestima comercial (que es la que sostiene materialmente nuestro viaje) vendiendo en un excelente puesto muy armadito, conocimos a Meme y Fede, unos chicos de Buenos Aires. Es sorprendente el parecido de Jorge y Fede. Además de sorprendente, peligroso, como imaginarán. Nos gusta la forma en la que podemos comprendernos bien entre los cuatro, además de dsifrutar "burakeando", y compartir en lindas charlas las experiencias interiores sobre lo que, varias veces, durante el viaje, se moviliza adentro.

Decidimos quedarnos por unos días para aprovechar, después de tanto anhelo, el calor y el mar. Así que estuvimos ahí durante el festejo de San Pedro, el santo de los pescadores. Después, en compañía de los chicos, nos preparamos para cruzar a Ecuador.







Hasta la próxima, Bolivia

Potosí nos encontró con un merecido descanso. Ahí seguimos amargando el gusto de saber que por todo se paga, desde una excursión para conocer un lugar natural hasta el derecho de admisión para entrometerse un poco en una mina con centenares de años de extracción de minerales y en la corta vida de sus trabajadores.
Justamente el sábado que pasamos en Potosí coincidió con la fiesta anual de los mineros, en la que, con mucho alcohol de por medio, más fiesta que ritual, sacrifican llamas anunciando cada muerte con explosiones de dinamita.
Con Charlotte y Gelle (nuevos amigos viajeros de Bélgica) y Alan, Martita y Celeste (reencontrados de casualidad en el hostal) y con la intención de alejarnos del paquete armado, nos mandamos solitos a ver de qué se trataba.
Ni bien llegamos empezamos a ver sangre manchando los rincones y la tierra, en cada entrada a la mina, grupitos de gente al rededor de los cadáveres. Les cortaban la cabeza y las extremidades y extraían sus víceras para enterrar en la montaña como ofrenda a la Pachamama pidiendo por un buen año de trabajo sin accidentes.
Nuestro recorrido empezó de manera amigable, hablando con la gente, intentando descubrir qué significaba para ellos tanta fiesta. A medida que nos adentrabamos en el lugar y su gente, el ambiente se fue poniendo más denso, hasta que, en uno de los puntos de matanza, terminamos de comprender que no eramos bien recibidos ya que no formabamos parte de ningún tour.

Emprendimos nuestro retorno con la misma sensación vacía que nos traía Bolivia una y otra vez cuando intentábamos acercarnos y compartir experiencias con la gente del lugar.

Nos despedimos de Potosí rumbo a La Paz. El viaje a Vallegrande o La Higuera resultó que en la triste memoria del Che, ahora es en dólares y habla inglesa. En La Paz hay menos paz que aires buenos en Buenos Aires. Recorrimos por un par de días sus calles, almorzamos en los mercados, y resistiendo los gualichos de la llamada "calle de Brujas", salimos para Copacabana. El encanto del lago Titicaca (el lago navegable más alto del mundo) se ve acompañado por un pueblo lleno de bares, miles de locales donde se vende hasta macramé industrializado, mucho mucho turismo y más ofertas de tours que turistas -en esta época.
Salimos de Bolivia con ganas de salir. El que dibujó los mapas no sólo los trazó en papel, o en la moneda, o en el color de la bandera. Trazó una línea que dividió más que todo eso. El choque cultural nos resultó fuerte, tan fuerte que nos costó comunicarnos. Siglos de opresión dictaminan las barreras para con nosotros, por sentirnos, ellos y nosotros, más occidentales que sudacas.




Transporte
Las terminales de ómnibus son lugares donde predominan agresivos coros de las vendedoras de pasajes. Reina la informalidad desordenada: nunca se sabe de todo cuál es la verdad, casi ni siquiera a dónde se va. La mentira más frecuente es que los micros tienen baño y/o calefacción (hace mucho frío!) o que el bus va directo, o que tarda X horas (nunca tarda lo dicho). Mientras uno llega, una vendedora lo ataca y la otra la desmiente ofreciendo un colectivo mejor. Ésta a su vez, es desmentida por la siguiente, y todas ellas y las que hacen lo propio con otros viajeros gritan, MUY FUERTE y en cantito, los destinos que ofrecen y sacuden las fotos (ideales) de los supuestos buses.
No hay precios estipulados, la demanda los determina. La mayoría de los pasajeros viaja con muchas bolsas de comida y compra a los vendedores ambulantes, papas rellenas, hamburguesitas, helados. Siempre sin importar la hora. Todos llevan (desde ahora, llevamos) frazadas. Algunos, sobre todo las mujeres y desde antes de subir, envueltos en ellas como si fueran polleras.
Cada hora, dos horas (depende de la duración del viaje) el bus para en el camino y todos bajan a hacer sus necesidades al costado y sin pudor.
Comida
Los fideos o el arroz, no sabemos por qué motivo -tal vez por el agua- nunca se hacen. Después de varios intentos fallidos, entendimos que nuestro deseo de comer chocolate amargo deberían ser saciados en otro lugar. Sabe venderse como chocolate una pasta endurecida de azúcar negra.
No hay casi supermercados, em cambio todos los pueblos y ciudades visten enormes y completos mercados donde se consiguen cualquier tipo de objetos, además de tener puestos para comer menús por Bs.4: sopa, segundo y refresco.
Es carísimo hacer una pizza. El pan es dulce y casi siempre con anís. Casi no hay facturas ni pan de grasa tipo bizcocho.

viernes, 4 de junio de 2010

Te juraba que el mar estaba aquí...

La primera impresión al llegar a Villazón fue darnos cuenta de cuánto dividieron las fronteras que intentamos una y otra vez romper. La primera impresión fue sentirnos extranjeros sin quererlo así.
Tan occidentales nosotros, mirando a nuestros hermanos comer y tomar líquidos con frutas de bolsas de nylon. Mirando a las cholas andar con sus polleras de tablas y sombreritos redondeados mientras se peleaban por vendernos cosas que no teníamos interés en comprar.
Desde Villazón a Uyuni parece no haber caminos.
Me prohibieron (soy Flor) llevar a cabo cualquier tipo de intercambio económico dada mi lentitud y enemistad con los números!
Tanto Atocha como Uyuni y Conchani son lugares pequeños con casas simples y precarias.Sin embargo es llamativo ver el parque automotor de Bolivia, seguro consecuencia de la complejidad de los caminos y las largas distancias que se deben recorrer. Eso en cuanto a autos particulares, no ocurre lo mismo con los buses.
También llama la atención lo poco que se ven tejidos, telares o hilados autóctonos. Suponemos que la industria deja sin competencia cualquiera de esos complejos trabajos.
En todas partes hay carteles de propaganda de Evo y el MAS. En los cerros solitarios, en las paredes de las casas perdidas en la inmensidad de cualquier paisaje.
En todas partes hay un carro de comidas, un cuartito que hace de comedor popular. A toda hora se consumen alimentos.
Todos compran todo. Ropa, candados, empanadas, jugos, sopas, grasa de cabra... todo.
Todo el tiempo, en cualquier punto, algo puede ser comprado en Bolivia.
Cementerio de trenes destinados a la carga minera

Pudimos conocer el salr de Uyuni, el más grande del mundo, que tiene una superficie aproximada de 12.000km2. Donde la sal es un recurso inagotable.
Donde los trabajadores, de forma independiente, cubiertos por completo del sol, recolectan y dejan escurrir en pilas la sal para luego venderla a una cooperativa en Conchani.

Como en muchos de los lugares que venimos visitando, es dificil no asombrarse de lo maravilloso que es el mundo... mientras se pisa la sal, se ve caer el sol, se comparten sueños desde distintos rincones latinoamericanos. Sueños que en el salar parecen ser uno.